Rumanía mon amour

ceausescu.jpgErase una vez un país a orillas del mar Negro donde habitaba un stalinista surrealista, Nicolae Ceaucescu. Este hombre era un tipo sin igual: comenzó como ayudante de un zapatero (con minúscula), trepó hasta la jefatura del estado rumano gracias al inepto régimen comunista impuesto por la Unión Soviética durante la guerra fría, y luego se divorció de los rusos víctima de un delirium tremens megalómano, autoproclamándose padre de todos los rumanos y conducator de la patria. Le dio por comprarse Rolls Royce, por lucir calentitos gorros de piel al estilo Mobutu y nunca quiso conocer el concepto ético de la “universalizabilidad” ética porque no le dio la real gana. Vamos, que no obligó a sus súbditos a vestir con la ropa interior por fuera porque no se le puso en la punta del pijo, simplemente por eso. Si no, que se lo pregunten al bota de oro Camataru (busquen en las hemerotecas las divertidas anécdotas de cómo consiguió este delantero la bota de oro de la UEFA). Decían que su mujer mandaba mucho; las tetas de Elena tiraban más que dos carretas lanzadas por los Cárpatos cuesta abajo y sin frenos. Y su ejemplar policía secreta, la Securitate, un auténtico nido de reptiles a su servicio, al final de su existencia, el día de navidad de 1989, decidió pegarle una puñalada por la espalda y unos cuantos tiros. Cría cuervos y te sacarán los ojos, debieron pensar el viejete dictador y su parienta cuando sus fieles sicarios los cosieron a balazos en pos de ganar una supuesta libertad sobre la que hoy podríamos discutir folios y folios.

Pues bien, todo este rollete para hablar de la película rumana “Cuatro meses, tres semanas y dos días”, un cuentecito ambientado (supuestamente, porque en ningún momento se aporta referencia alguna espacio temporal) en la Rumania todavía bajo el telón de acero. Su director, Cristian Mingiu, ha conseguido una fructífera cosecha de críticas y premios con esta obra, incluyendo la palma de oro del Festival de Cannes. A mí, personalmente, me ha dejado un poco indiferente. En primer lugar me ha parecido un poco imitativa en casi todo de las películas de mis admirados hermanos Dardenne (“El chico”, “El hijo”, “Rossetta”, “La promesa”). Demasiada influencia en los planos, demasiada cámara al hombro moviéndose hasta marear, demasiada frialdad forzada, demasiadas escenas excesivamente largas para su importancia en la trama. Todo ésto faltando además la tensión que aportan en sus filmes los citados hermanos belgas.

La película me entretiene, pero no me conmueve tanto como aparentemente busca hacerlo con un tema tan trágico. Posee una ambientación correcta; nos muestra un recorrido por una fría Bucarest habitada por una plaga de sempiternos coches de imitación del Renault 12 que pululan por todas partes, recorremos sus hoteles cutres y apolillados, y nos presenta como protagonistas anónimos a los perros sin dueño que ladran con miedo y vagabundean por una ciudad decadente enferma de aluminosis, tristeza y racionamiento. Pero su argumento es un poco previsible hasta en sus más escabrosos detalles (lo del feto-muñeco es de traca, dando indirectamente argumentos baratos a Ana Botella en su cruzada contra la clínica Isadora…), y nos deberíamos preguntar cuanto ha mejorado hoy en día el paisaje urbano y humano rumano. Iremos a Coslada y preguntaremos a sus numerosos habitantes llegados de las riberas del Danubio, que cualquier día pedirán la independencia de este pueblo madrileño a España al estilo de los albaneses en Kosovo.

keiraknightleyreal.jpgEn Rumanía sigue existiendo el hambre, por mucho que los fenicios de la General Motors hayan trasladado alguna de sus plantas de fabricación a los Cárpatos para abaratar costos y mano de obra. Hambre como la que da la impresión que pasa Keira Knightley, una mujer con un evidente trastorno alimenticio, sobretodo después de observar su talla 34 en la película “Expiación”. No se puede negar el cierto atractivo que posee esta chica que parece permanentemente al borde del desmayo y el pasmo. Los traseros anoréxicos siempre me produjeron cierta atracción fatal. Tampoco puede decirse de este film dirigido por Joe Wright que no tiene un inicio prometedor y gracioso. Pero el amor fou inicial entre la Knightley y su fornicador de ojos azules James McAvoy se va diluyendo como un azucarillo a medida que la acción abandona el lujoso ambiente de palacete y campiña ingleses. Tras un par de planos simétricos bonitos y un comienzo de erecciones y palpitaciones clitorianas contenidas, el chico guaperas pero pobrete se marcha a la trena y luego a la guerra, sin transición alguna, y la película se convierte en un manido dramilla con conflicto bélico mundial incluido. Cómo de costumbre, los paisajes de canales campestres y playas frías y fieras del mar del Norte hacen echar de menos Francia; ufff, esas playas de Dunkerque. Pero eso no viene al caso. Durante el último cuarto de hora se ve venir a una legua que la va a palmar el chico bueno y la pareja no volverá a practicar el noble arte del fornicio, y que la hermanita malvada ya no es tan malvada, pues limpia sangre y heces ajenas; pero no hacía falta tanto gasto para expresarlo. En fin, una colección de imágenes bonitas que al final va cambiando la sangre y el sentimiento por horchata, y sin fartons

Ya se habrá notado, como dije en otros post, que últimamente parezco un niño malcriado al que nada le satisface, le gusta ni complace, mucho más cinematográficamente hablando. Creo que algo hay de cierto. Esto puede ser a causa de la contaminación que ingiero cada jornada en la villa y corte, del excesivo óxido de nitrógeno que pulula por los sucios cielos de Madrid. Estos días de verano en invierno es más saludable aspirar el humo del tubo de escape de los autobuses que respirar a pleno pulmón en la Plaza de España. Además, hoy, para remate de fiestas, han suprimido “Aquí hay tomate”, y ya no podré disfrutar más de los escotes de Carmen Alcayde, los cuales me hacían disfrutar de maravillosos duermevelas a la hora de la siesta. Entonemos Requiem cantim pace en honor a los fenecidos reyes de la prensa rosa, desde este lugar cuyo firmamento ya no nos deja ver las estrellas ni tras la mugre.

I am a passenger
i stay under glass
i look through my window so bright
i see the stars come out tonight
i see the bright and hollow sky
over the city’s a rip in the sky
and everything looks good tonight

gachas@excite.com

~ por Joputa en enero 30, 2008.

3 respuestas to “Rumanía mon amour”

  1. Muy bueno el video del Youtube.

  2. Por favor alguien puede explicar que significa el concepto uuuniversalizabilidad, vamos alguna inútil, o.. sea yo, suelo perderme entre vegetaciones tupidas por conceptos estéticos, contenidos vacíos e incoloros para algunos, o.. sea yo. General Motors, matiz, la generalitat de catalunya está construyendo (fase avanzada ya) un polígono catalán para empresas catalanas (a semejanza en Tánger). Los malísimos no están siempre al otro lado del atlántico. Por cierto no conozco los entresijos de las madriles, pero quizás como no existe una competente industria made in Madrid no se dan este tipo de estrategias empresariales sin nacionalidades y fronteras. He vueltooooooooooooooooooooooooooooooo

  3. El palabro este, que no existe en el diccinario porque como es natural se lo han inventado unos pajeadores mentales, sólo quiere decir de forma rimbombante lo siguiente: no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a tí. Son muy salaos estos tipos. Pero, como siempre, se puede objetar sobre él que está escrito desde un punto de vista que tiene en cuenta la Koinonía, usease, el tomar a todo hombre como un igual a tí mismo, cosa que es discutible en cuanto se supera mediante la consciencia del yo individual el valor absoluto humanista. Hay que elejir entre creer en el hombre en general o en particular, y en ambos casos siempre me invade la duda existencial. Y es que hay días en que uno se levanta muy nacional socialista….

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